Sus ojos serpenteaban hacia la niebla cálida.
La soledad; inmóvil, lejana,
vestida de blanco
destemplaba mórbida sus senderos;
orillas crueles y anónimas
fermentadas por el fango,
el olvido y el dolor.
Su texturada piel
de pájaro inviolable y temeroso
me dolía en la carne,
se agolpaba misteriosa
por mi muralla,
frágilmente enclavada
en un extremo del vacío.
Hoy es la distancia, la indiferencia
y el impotente deseo loco
de volar hacia el infinito,
hacia excitantes galaxias de sueño;
de cotidianas guerras,
indolentes, fugaces.
Tal vez un horizonte de ausencias,
dibuje en sus paredes ensangrentadas,
la máscara horrenda de los hombres.
Pintura: "Expansión"