Mimetizándose entre las sombras su figura esbelta se
reproducía espejada en la niebla, Alex “El Templario” cumplía con la misión
secreta “Códex Burana”, la última revelación encriptada que podría desatar una guerra
nuclear a nivel mundial, silenciosa y expansiva.
El mentor del plan era un encumbrado científico, quien
con sus conocimientos de alquimia había creado un código oculto con anagramas y
laberintos caligráficos medievales.
El dispositivo en forma de códice estaba a punto de ser
activado por los “Miembros Hexagrama”, una secta que confabulaba contra el
verdadero propósito de los fines científicos y emplearlo como herramienta del
mal.
Solo infiltrándose en la secta, Alex podría desbaratar el
infame plan; los miembros pertenecían a una alta elite social quienes se hacían
llamar amantes del arte y la poética del Medioevo. Cada mes se reunían en un
extraño sitio que simulaba ser una biblioteca de manuscritos y grimorios
antiguos; ocultos, como eruditos investigadores esperaban el día indicado para
desatar como una guerra fría el “Plan Hebdomades”. Alex simuló ser un
investigador Pitagórico para entrar en la secta, su cabello largo y ondulado se
mecía en la suave brisa del pequeño ventanal y su rostro pálido se inclinaba
ante los libros intentando hallar el rastro del letal códice. Los integrantes
de la secta estaban por finalizar el encuentro con un brindis, Alex descubrió
entre los anaqueles oscuros un pasadizo que a modo de laberinto lo condujo al
destino final de su misión “Códex Burana”, allí estaba descansando en la
penumbra el arma letal con forma de códice, las luces se encendieron y apareció
una voluminosa figura quien se abalanzó contra Alex, los miembros de la secta
ya estaban advertidos, “El Templario”, silenciosamente exterminó a su rival,
tomó el códice letal y huyó entre las sombras del laberinto profanado, los
miembros no encontraron rastros, solo el cadáver grotesco con la mano extendida
intentando asir el inexistente manuscrito…
Acuarela "The Templar"